Cuando toda Norteamérica en el siglo XIX estuvo embobecida con el romanticismo poético europeo, irrumpe en escena un hombre que queriendo darle a su obra un sentido nacional, revolucionó todo el estamento literario provocando que los críticos casi se lo comieran vivo: WALT WHITMAN, Poeta, ensayista, periodista y humanista.
¿Cómo se atrevía alguien a escribir una lírica, que nada tenía que ver con la belleza estética de poetas como; Lord Byron, William Black, Rousseau, Alfred de Musset, Madame de Staël o Gustavo Adolfo Bécquer? No menosprecio a estos valiosos poetas mencionados, pero si quiero destacar que, para sorpresa de todos, el gran señor de la barba utilizó imágenes y símbolos muy poco invocados en poesía como hojas podridas, ramitas de paja, escombros…
Leí a Whitman por primera vez con 20 años. Fue gracias a mi papá, un hombre culto y gran lector del que heredé, aún sin convivir con él, el amor que siento por la literatura. Me impactó considerablemente “Canto a mí mismo” y su obra más emblemática; Hojas de Hierba, una perfecta fusión entre poesía y revelación con el verso libre como estilo. Una muestra del carácter provocador y transformador al mismo tiempo de un poeta decidido a mostrar la vida tal cual es, con las miserias humanas que van también de la mano con la esencia más bella de la existencia.
Fue un escritor comprometido y seguro de sí mismo, que compuso una épica americana única, y aunque ya hoy es considerado y venerado como el padre de la poesía moderna en Estados Unidos, fue muy vapuleado. Críticos y periodistas se turnaban para llamarlo de todo, aseverando que lo que publicaba era basura profana y obscena. Algo similar pasó con Van Gogh, con Isadora Duncan y otros grandes de los grandes. Es por eso que para mí no constituye un mérito especial ser lisonjeado por la crítica o tener un Nobel o un Oscar. ¿Cuántos artistas de talla excepcional nunca recibieron un premio por ser contestatarios? Y es que serlo tiene un precio que se paga altísimo.
No bastó tomarla contra su obra literaria y se cebaron con la presuntamente preferencia sexual del escritor. El crítico Rufus Wilmot Griswold expresaba en un diario que “Whitman era culpable de ese horrendo pecado que no debe ser mencionado entre los cristianos”. Fueron tan duros y virulentos los ataques que varios artistas lo apoyaron. William Douglas O´Connor, también poeta y editor del Saturday Evening Post, salió varias veces en su defensa y lo vindicó, publicando en 1866 un estudio que título “El buen poeta gris”, estableciendo el notable apodo por el que también se conocería al poeta y que contribuyó a aumentar su fama.
También José Martí, al que considero un crítico profundo, que siempre son los menos, le asignó un puesto extraordinario en la literatura de su país y de su época y en un artículo de 1887 para el periódico del Partido Liberal, nuestro apóstol elogia y exalta con su prosa sabia el talento creador del autor de “Leaves of Grass” (Hojas de hierba). Rubén Darío que llamó a Martí, maestro, tan pronto leyó su crónica, escribió un poema dedicado a Whitman, que publicó en su libro “Azul”.
El gran escritor argentino Jorge Luis Borges admiraba mucho a Walt Whitman y más de una vez declaró que se sintió ampliamente influenciado por su literatura. De Borges se conocen dos ensayos que forman parte de su libro “Discusión”; “Nota sobre Whitman” y “El otro Whitman”. Más tarde escribiría un poema dedicado a su memoria titulado “Camdem, 1892” (En referencia al año y lugar de la muerte de este, uno de mis grandes poetas favoritos)
Ningún estudioso de la historia de la filosofía, ningún amante de la lírica, nadie que dignifique la libertad, puede obviarlo, porque no se puede entender realmente a los Estados Unidos sin Walt Whitman, sin Hojas de hierba. Muchos lo catalogan como el gran poeta de América hasta el momento y para mí, que soy quien estoy escribiendo este homenaje y que además me da la gana de decirlo; Whitman es la esencia de Norteamérica.
Poema XIX "Canto a mí mismo"
La mesa está puesta para el hombre.
Aquí está la carne para el apetito natural.
Siéntate. Que se sienten todos;
El malvado, y el justo. No desdeño a ninguno
Que nadie se quede a la puerta.
La manceba, el parásito y el ladrón están invitados;
Y el negro cimarrón y el sifilítico también.
No habrá diferencias ni privilegios para nadie.
Que se sienten todos.
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